Hace poco me preguntaron
sobre el típico dilema que tenemos los padres con hijos adolescentes: otorgar o
no permisos.
Bien sabemos que están en esa
etapa de transición hacia la adultez y
es cuando empiezan a tener mayor vida social, nuevas actividades y por ende
buscan mayor libertad e independencia.
Así que el que pidan
permisos para salir y verse con sus amigos es algo natural, sin embargo, puede volverse
todo un dolor de cabeza para nosotros, los padres, quienes enseguida sentiremos temor de que les pase algo o que vayan a sitios que no sean de nuestro agrado, además uno se pregunta si serán capaces de cuidarse solos o si serán prudentes. Mención aparte merece el temor latente ante tanta inseguridad que existe hoy en día.
Ahora bien, la pregunta es:
¿Se debe impedir que salgan para protegerlos o dejarlos libres a pesar de los
riesgos?
Especialistas opinan que por
supuesto que “no es posible mantenerlos en casa contra su voluntad y
sobreprotegerlos porque ello no los ayudará a enfrentarse al mundo exterior,
pero tampoco es recomendable darles pase libre sin tomar las precauciones
necesarias”.
Y es allí donde debemos
aplicar la conocida regla de oro o lo que los expertos en temáticas
adolescentes llaman como el arte de la “buena negociación”, de manera que ésta sea justa para ellos y
tranquilizadora para nosotros, los padres.
Según la psicóloga especializada en adolescencia, Mariela Saenz, no sólo es necesario poner límites en
la preadolescencia y adolescencia, sino desde mucho antes. "Los límites y
las normas son una forma de desarrollar el autocontrol, la autonomía, la
responsabilidad y la madurez del joven… La clave es que estos límites sean
establecidos de manera adecuada, es decir, de forma democrática, no
autoritaria, ni permisiva".
Como solución para que los
permisos no se vuelvan un conflicto, especialistas en el tema nos dicen que hay
maneras de darlos, teniendo en cuenta el tipo de permiso y la personalidad del
joven.
Para ello nos dan las siguientes claves a la hora de otorgarles las
primeras libertades sin dejar de poner límites:
1. Escuche la solicitud de sus hijos y trate de
poner un acuerdo justo para ambas partes. Siente su posición al respecto, pero
también deje que su hijo explique la de él.
2. Dele a cada permiso la dimensión que le
corresponde y evalúe las implicaciones reales de cada solicitud. Tenga en
cuenta la importancia que este tiene para su hijo.
3. Negar los permisos para “proteger” a sus
hijos no garantiza su seguridad. No es conveniente que crezcan en ambientes
cerrados por temor. Los jóvenes deben aprender a desenvolverse, esto no implica
que los deje libres para hacer lo que quieran. A veces la prohibición les es
atractiva.
4. Una vez tomada la decisión del permiso
mantenga las condiciones. Negociarlas a toda hora le da al joven la idea de que
puede pedir más. Recuerde que usted lleva las riendas de la educación y las va
soltando, de acuerdo con el comportamiento del joven.
5. Si ya se concedió el permiso permita que sea
el joven quien resuelva como manejarlo. No de tantas instrucciones o
recomendaciones.
6. Pedir permiso es una manera de demostrar
respeto por los papás y de acogerse a las reglas, es una vía para informarles
lo que desean hacer y buscar su aprobación.
7. Ningún extremo es bueno. Ser demasiado
estricto, por lo general, desemboca en jóvenes diciendo mentiras y usando
artimañas para lograr hacer sus cosas, tampoco es bueno que sea él quien decida
por si mismo.
8. El cumplimiento de un primer acuerdo dará
pie para otros. Hágale saber al joven que de acuerdo con su responsabilidad y
confianza, los permisos pueden ir aumentando o disminuyendo, si es el caso.
Así que debemos siempre recordar
que no se trata de dejar que hagan lo que quieran, pero tampoco de encerrarlos,
solo hay que llegar a acuerdos consensuados.
Fuentes: inteligenciafamiliar.com y otras
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