Creo que en
este momento para nadie es un secreto la situación de inseguridad que se vive
en mi país, Venezuela.
Hoy decidí
hablar de esto por un triste y traumático episodio que vivimos en
mi familia por culpa de la delincuencia desbordada reinante en el país. Y se
que en mi Blog no acostumbro tratar temas de esta índole, pero es que justo hoy
leyendo un post en la cuenta de Carla Candia (@agobiosdemadre) -una mami y
además colega que sigo en Instagram- sobre la situación país y el cómo debe ser
abordada con los niños me hizo darme cuenta que aún cuando ya ha pasado año y
medio de la mala experiencia que vivimos en mi familia, aún sigue un tanto latente y nada adormecido
ese hecho que nos sacudió sobremanera, que si bien afortunadamente y gracias a Dios
no pasó a mayores, igual nos dejó un sabor muy amargo que es “mal saboreado” cada
vez que recordamos lo ocurrido.
El post en
cuestión sobre la situación del país expone la opinión como psicóloga de otra
mami llamada Rosario Vásquez, cuya
cuenta en IG es @contratransferencia.
Aquí su
respuesta acerca de qué necesita saber un niño ante la situación de
conflictividad política/social:
“Entre
los 0 y los 3 años: necesita mantener su rutina diaria. Es importante proteger
a la diada madre-bebe, de tal manera que la madre evite la sobre exposición a
noticias/situaciones que le puedan causar un monto elevado de ansiedad y que
altere al bebe.
Entre
los 3 y los 6: necesitan que sus preguntas sean respondidas con claridad sin
ofrecer mas información de la que solicitan en ese momento y con la verdad. No
necesitan escuchar ni ver noticias que los alteren, pero si la rutina diaria se
ve afectada, preguntarán la razón. Evita dar explicaciones en términos de
"los buenos" o "los malos". Describe lo que sucede en su
entorno inmediato (no en "el país" o "la sociedad") , solo
lo que pasa en su calle o camino a la escuela. En esas explicaciones habla sin buscar
culpables. Una explicación adecuada a una manifestación política es que muchas
personas se ponen de acuerdo para salir juntas a pedir a las autoridades que
trabajen mejor, al ser muchas se hace difícil llegar a la escuela. Los niños no
van porque ser los adultos los responsables de hacerse escuchar. Evita hacer
comentarios en los cuales los niños sientan que la vida corre peligro. Los
niños tienen cada uno una idea según sus experiencias y expectativas sobre qué
es un país mejor: los niños que no han sido tocados por la crisis pensaran
quizás en la limpieza o el orden. Los niños que han sido muy afectados por la
crisis pensarán en tener mas alimentos o medicinas. Cada familia es un mundo y
cada niño venezolano ha sido afectado de manera única.
Los niños
entre 6 y 12 años necesitan ser muy protegidos de la información que circula
entre amigos, vecinos y especialmente internet. Al igual que los niños
preescolares debemos responder a sus preguntas, y sobretodo escuchar sus
opiniones y preocupaciones. A esta edad el mayor temor es que una situación de
conflicto pueda afectar o dañar a sus o la vida familiar
A esta
edad el mayor temor es que una situación de conflicto pueda afectar o dañar a
sus padres o cambiar la vida familiar. Es por ese motivo que necesitan la
seguridad de que mamá y papá tienen el control de la rutina, que toman
decisiones, que los mantienen protegidos y que ellos no son responsables de
cuidar de nosotros (ni de nuestra seguridad ni de hacer largas colas o de crear
planes para mejorar la vida familiar). Si observan un acto incorrecto (destruir
la vía publica, por ejemplo) necesitan saber que es incorrecto y que deben
usarse otras vías para hacerse escuchar. No podemos justificar lo moralmente
incorrecto a un niño de 8 años porque su capacidad cognitiva le impide
relativizar las normas.
Cuando
existe conflicto social, todos los niños necesitan contención emocional y que
escuchemos sus dudas y preguntas. Para eso nosotros tenemos que estar
disponibles y hacer un uso racional de la información. Actuemos con
consciencia, amor y verdad.
Todos
necesitan ser educados para la democracia, por eso no podemos hacernos eco en
nuestro hogar de la división . Que pensemos diferente no significa que el otro
sea malo, significa que tenemos que escucharnos y encontrar un punto común.
Protejamos
a los niños de la información que violente su infancia y eduquemos para la
democracia."
Luego que
lo leí les escribí en comentarios lo siguiente:
“Gracias @agobiosdemadre por compartir este post
con la asesoría tan acertada de @contratransferencia, muy interesante! En mi
caso una de mis hijas (la menor) tiene 14 años y aún cuando desde hace mucho en
casa hemos tratado de sobrellevarlo con ella de la mejor manera, ha sido
difícil. Más, luego de que secuestraron
a mi esposo el año pasado para robarle el carro, hecho del cual salió ileso de milagro. Por un tiempo nuestra hija
estuvo que no quería
salir de casa, ni ir al colegio, tenía 13 años en ese entonces. Mención aparte está también
lo que los chicos viven y comentan en el colegio sobre el hecho de que sus compañeros se están yendo del
país... y en cuanto al tema de estudiar en un país en el que las posibilidades de progreso están tan mermadas, ellos se dan cuenta y cuesta
hacer que entiendan y superen todo para seguir adelante. Se logra, pero vaya el esfuerzo que debemos hacer para que lo hagan!”
Poco tiempo
después, Rosario (@contratransferencia) me respondió lo siguiente:
“Me alegra saber que es de utilidad
@mamaposmoderna . En la adolescencia estas situaciones nos tienen que servir
para:
1)escuchar sus miedos, opiniones externas
inquietudes (por mucho que nos angustie lo que escuchemos) , a esa edad se
vuelve a vivir un período muy egocéntrico que es totalmente esperado en el cual
cuesta entender la manera de ver el mundo de "el otro". Lo que está
pasando en nuestro país es un ejercicio muy bueno para que un adolescente
observe las posturas diferentes a la suya.
2) para aumentar su resiliencia, fomentando la
solidaridad familiar. Un adolescente bien guiado en esta crisis saldrá de ella
más sensible y humano. Un adolescente con poca guía puede salir de la crisis
muy intolerante y con tendencia a culpabilizar al "otro" (cualquier
"otro") de sus frustraciones. La sensación de estafa con respecto al
futuro es muy dura de sobrellevar si los victimizamos. Necesitan saber que el
futuro es mucho más allá de los próximos 2 años y que por muy oscuro que
parezca, las herramientas que ahora consiga (amistades, formación, hobbys,
habilidades personales, talento) cobrarán sentido solo si las tienes, por eso y
porque somos responsables de nosotros mismos, no podemos dejar de
desarrollarnos.
Viví un asalto frente a mi hija (entonces tenía 5
años) en el que me robaron el carro. Escribí este post como mamá y psicóloga.
Te invito a leerlo :
https://contratransferencia.com/2015/01/26/ninos-e-inseguridad-ciudadana-el-trauma-a-la-vuelta-de-la-esquina/
Hoy lo releí y me conmovió la capacidad resiliente de mi pequeña valiente.
Estoy segura de que tu chama podrá superarlo con tu acompañamiento”.
Por supuesto
no pude más que agradecerle pos sus palabras e inmediatamente busqué su post titulado
‘Niños e inseguridad ciudadana: el trauma a la vuelta de la esquina’ para
leerlo. Les confieso que me conmovió tanto que hasta lloré,
lástima que no lo había leído antes, pero seguramente era ahora cuando debía hacerlo.
Se los comparto a continuación:
“Cómo
ayudé a mi hija emocionalmente tras ser víctimas de la inseguridad. Finalmente
nos pasó. Nos convertimos en una familia más víctima de la inseguridad que
impera en Venezuela. Hace poco más de un mes una pequeña festividad navideña
acabó con dos hombres armados despojándome de mi vehículo delante de mis amigas
y de nuestras hijas, tal y como relata mi esposo en su blog. Lo ocurrido no es
ni más ni menos dramático que lo que le ha pasado a muchas familias venezolanas
(y que pasa en demasiadas ciudades latinoamericanas). Aunque no hubo agresión
física, mi pequeña y yo tuvimos que hacer frente a unas heridas emocionales que
hasta ahora nos eran desconocidas.
La
importancia de prevenir el estrés post traumático después de ser víctima de
violencia urbana
Atiendo
a muchas familias que en algún momento han sido víctimas de la inseguridad. Los
casos pueden ser más o menos duros, pero cuando llegan a consulta suele ser
porque el paciente está rozando lo que técnicamente se llama Síndrome de Estrés
Post Traumático. Dicen los entendidos en trauma que para que un evento sea
realmente traumático necesitas dos golpes. Cito a Boris Cyrulnik, en su libro
“Los patitos feos”
“Hay
que golpear dos veces para que se produzca el trauma. El primer golpe, el
primero que se encaja en la vida real, provoca el dolor de la herida o el
desgarro de la carencia. Y el segundo, sufriendo esta vez en representación de
lo real, da paso al sufrimiento de haberse visto humillado, abandonado, ¿Y
ahora qué voy a hacer con esto?, ¿lamentarme cada día, tratar de vengarme o
aprender a vivir otra vida, la vida de los cisnes?”
Mi
experiencia como terapeuta es que los niños necesitan “elaborar” la situación.
Al día de hoy, como madre, estoy más que segura.. Lo cuento en primer lugar
porque necesito contarlo y en segundo lugar porque quizás pueda ser de utilidad
a otras familias. A continuación, lo que
hicimos como padres:
1.
Contuvimos, abrazamos, nos acompañamos
Después
del robo Victoria, de 5 años, lloró
muchísimo. No lloró por la irrupción un hombre armado en el local en el que compartíamos
con nuestras amigas, lloró cuando se dió cuenta, unos minutos mas tarde, de que
fue robada. Lloró tanto que me rompía el corazón. La contuve todo lo que mi
propio miedo me lo permitía. Se calmó mucho tiempo más tarde cuando, ya en
brazos de papá, podía sentir que la familia estaba completa.
Esa
noche pidió dormir con nosotros. Y nosotros sentimos necesidad de dormir con
ella. Necesitamos durante unos días conectarnos con su fragilidad, su inocencia
y su miedo. Las horas que siguieron al asalto era difícil diferenciar sus
sentimientos de los míos, yo también me sentía frágil y vulnerable, pero
obviamente ella, como niña, necesitaba de mí para poner en palabras lo que
ocurría en su corazón.
2.
Entendimos sus reacciones aparentemente “inexplicables”
Estuvo
irritable y llorosa dos días. Y luego sobrevinieron varios episodios de ira tan
extraños en ella como necesarios. Estaba molesta con aquellos que se habían
llevado su carro. Molesta porque tenía que pedir a otros que la llevaran y
trajeran. Molesta con esas personas “que no saben lo que es la amistad” a los
que quería “pisar y darles un puño”.
¿Es mi
hija violenta? No
¿Este
sentimiento es coherente? Si
¿Quería
como madre que nos quedáramos instaladas en la ira o el miedo? No
Acepté
que teníamos reacciones normales ante un hecho normal. Para poder manejar esto
me olvidé por unos días de lo socialmente correcto… No eran días para exigirnos
a las dos actuar como si nada nos pasó. Queríamos dormir juntas, pidió no
asistir al colegio, y yo no estaba en capacidad de atender mi consulta como
habitualmente lo hago. No sentí miedo de que después fuera difícil retomar la
rutina, simplemente acordamos que por unos días sería diferente.
3.
Separamos la realidad adulta del mundo infantil
No caí
en la tentación de llevarla a mi mundo adulto en el cual sé perfectamente que
el carro es secundario. No hay nada hermoso en este hecho, por más que su mamá
repita como un mantra “gracias a Dios estamos bien”. No lo hay, porque para mi
hija de 5 años lo normal es estar vivos. La dimensión mística que yo le doy a
este hecho tan terrible es propia de mi vida adulta, pero ella aún necesita
creer en la vida y en que nadie se la arrebatará. Ya tiene suficiente con
hacerse cargo de su propia ira y su propio miedo y además tener que darle
significado a todo esto
La
dejé en su mundo infantil en el cual la policía es buena y buscará a los malos
que le hicieron daño. Las hipótesis adultas, que voy conociendo mientras
transcurren los días, no son aptas para mi hija de 5 años. Su pequeño mundo
psíquico aun no lograría comprender los reveses perversos de una historia en la
que, quizás, la policía sea cómplice del hecho o alguien, necesitado de un
carro viejo como el mío, decide hacer un “encargo”.
4.
Separé sus sentimientos de los míos
Comprendí
mis sentimientos y traté de diferenciarlo de los suyos. Yo sentí miedo, pero
también agradecimiento. Mi hija de 5 años no alcanza a sentir agradecimiento,
no siente la necesidad de agradecer por su vida porque siente (y así debe ser!)
que le pertenece. Sentí mucha angustia y culpa por no poder protegerla. Creo
que esperaba que yo estuviera tan molesta como ella. La verdad es que,
honestamente, no lo estaba, ya pasé a engrosar la lista de personas que
agradece el derecho a la vida en lugar de ejercerlo. Identificar esto ha sido
importante, sus sentimientos y los míos difieren ante el mismo hecho (parece
una obviedad, pero no lo es!) Cuando mostró ira (en tres ocasiones) se lo
permití. Y en una de ellas le hablé de mi molestia, eso estuvo bien para las
dos.
5. Nos
acompañamos en la incertidumbre
Me
preguntó:
– “Por
qué ese malandro no trabaja para comprar su carro?, ¿por qué nos tenía que
robar?”
– No
sé
La
verdad es que no lo sé. Podría manejar muchas teorías psicológicas. De hecho
doy clase en un Diplomado de Intervención y Prevención de la conducta Disocial.
Pero desde el rol de víctima mi respuesta es “no sé”. Y no voy a justificar un
robo a una niña. Quizás exista un numeroso grupo de personas con un listado de
justificaciones psicosociales que explican que esta persona tome un arma y
coloque a mi hija en riesgo para llevarse mi carro. Pero yo no voy a participar
en ello. A los 5 años robar está mal, y punto.
6. La
escuchamos atentamente, sin juicios, sin interrupciones (esto ha sido muy
importante para las dos)
Hablamos
sobre el hecho tantas veces como ella necesitó, lo contó a las personas
significativas de su entorno. Antes de que hablara con sus abuelos y tíos nos
tomamos un momento para pedirles, amorosamente, que la escucharan atentamente y
sin interrupciones. No es fácil escuchar un relato así en boca de un niño y resistir
la tentación de interrumpir su relato atiborrándolo de nuestras propias
creencias al respecto. Pero nuestras familias respetaron nuestra petición y creo
que el resultado es positivo.
En
este sentido cuando Victoria contó el evento a las personas cercanas (abuelos,
tíos) no la corrigieron, ni juzgaron su manera de hacerlo con frases como “no
digas eso, que eso es malo”. Tampoco la asustaron con hipótesis terribles e
incomprensibles para ella como “seguro que los estaba siguiendo”. No se la
culpabilizó del hecho con las típicas frases como “¿pero qué hacían allí?. ¿No
saben que en esa zona roban carros?”, “Eso les pasa por salir puras mujeres
solas”
No
recibió de parte de los adultos significativos amenazas como “si siguen
saliendo por allí eso es lo que pasa” , “seguro ya saben donde viven, ahora
quien sabe”.
7.
Validamos sus sentimientos
Esos
días validamos sus sentimientos, incluso aquellos que son tan penalizados
socialmente como la ira. La moda de la autoayuda ha relegado la ira a niveles
rastreros, pero la ira es un sentimiento necesario para crear mecanismos de
autoprotección. No nos da derecho a violentar a nadie, pero sí nos permite
marcar límites de lo que estoy dispuesto a tolerar y lo que no. Verla dar
pisotones diciendo “No quería que me quitaran el carro!” es tan válido como ver
sus ojos entristecidos por ir en un carro de una amiga dándose cuenta que ya no
podemos ir a dónde queremos a nuestro ritmo.
Un par
de días después del robo, mientras jugaba con otros niños, se sintió triste sin
explicación alguna y no sabía cómo retomar el juego, algo que no le había
pasado antes. Comprendí y acepté que no era “malcriadez” sino la versión
infantil de “no estoy de humor para fiestas”.
8.
Mantuvimos las representaciones de “lo bueno”
Permití
que siguiera confiando en las representaciones de lo “bueno”. Aunque dudo que
la policía se dedique a buscar mi carro, cuando me entregó un dibujo que
pensaba que podía ayudar en la búsqueda lo recibí, con ternura y
agradecimiento, porque yo no soy nadie para quitarle a mi hija de 5 años la
confianza en el mundo.
Imagen: Contratransferencia |
9.
Conectar con el agradecimiento, el valor del trabajo y la solidaridad
Pasados
un par de días yo podía entender más lo que ocurría dentro de mi, y la ayudé a
conectar con el agradecimiento con las muchas muestras de solidaridad que
recibimos a diario. Con la bondad de las personas que nos quieren y nos hacen
la vida bonita. Estas personas son tan auténticas como el que nos quitó el
carro, existen, nos rodean y son parte de nuestra vida cotidiana.
La
ayudé a conectar con la idea de que así como hemos trabajado para tener ese
carro, también tendremos otro, porque los objetos se pueden sustituir. Victoria
me preguntó si ahora pasaría menos tiempo con ella porque tendría que trabajar
más para tener otro carro… sentí una ternura infinita cuando me mostró esta
preocupación, pues para ella lo más importante es estar con nosotros. Prometí
que haría todo mi esfuerzo por no tocar el tiempo que compartimos. Y también la
ayudé a conectar con el sentimiento de agradecimiento mío con Dios (soy
creyente) porque nos acompañó en ese momento tan duro. Me preguntó si Dios
impide que nos pase algo malo (no es la primera vez que lo hace) y le respondí
que no, pero que yo pienso que Dios nos acompaña y nos ayuda a afrontar las
cosas cuando nos pasa algo malo y por eso rezo con fe y esperanza.
10. Me
centré en mi propio proceso una vez que ella pasó página
Para
seguir adelante le permití pasar la página cuando noté que ya no seguía
hablando de esto y entonces necesité hablar yo. Yo necesitaba hablar mucho, con
mi esposo, con mi familia, con mis amigos. Lejos de mi hija y otros niños.
Sobre mis dudas, mis temores y mis decisiones frente a esta realidad
abrumadora. Tomamos nuestras vacaciones de Navidad como un tiempo de conexión
con lo bueno, y seguimos adelante sin pretender olvidar, sino integrando lo
ocurrido a nuestra historia de vida.
No se
si el Síndrome de estrés Post traumático que se presenta con frecuencia en mis
pacientes esté realmente fuera de nuestra vida familiar, pero de momento
sentimos que hemos hecho de manera consciente aquello que creemos que ayuda a
mantenernos emocionalmente saludables después de vivir una experiencia tan dura.
Nos toca ser resilientes.
He
compartido en estas líneas mi experiencia como mamá para abordar esta
situación. Ojalá nadie necesitara leer esto. Ojalá las pérdidas ante la
violencia urbana fueran sólo pérdidas materiales.
Pero
los niños de mi tierra se enfrentan muy temprano a la violencia. O los
acompañamos o terminarán naturalizándola.
Y no,
no es normal.”
Agradezco
muchísimo a Rosario (@contratransferencia) por sus palabras ya que me ayudan un
montón. Ciertamente es muy duro por lo que estamos pasando y de allí la
preocupación de uno, como padres y como guías que somos, de hacer lo imposible
por orientar a nuestros hijos de la mejor manera. Le agradezco también el que
me haya sugerido que leyera su post. Gracias infinitas. Un abrazo!
PD: Justo
me conseguí otro post en BabyCenter en español, escrito por Carla Candia
conjuntamente con la psicóloga y
terapeuta Alicia Núñez, y que habla también sobre el tema. En su texto hay un
apartado que se refiere exclusivamente a como abordar este tema con los adolescentes
el cual, en mi caso, me resultó de gran interés. Se los copio:
"Con ellos
es recomendable conversar abierta pero calmadamente explicándole las tensiones
existentes en el país como consecuencia de la diferencia de criterios.
Igualmente se les puede preguntar qué han visto y escuchado y cómo se sienten
al respecto.
Se puede
compartir una reflexión como esta: “En ambos grupos hay personas que quieren
imponer su manera de solventar los problemas o satisfacer las necesidades, pero
el diálogo, la tolerancia y el respeto es la mejor manera de resolverlas”.
Es muy
importante que los adolescentes puedan expresar su rebeldía transformando
positivamente el ambiente en el que se encuentran, pintando, interpretando
algún instrumento musical o haciendo deportes. Al igual que con los niños,
incentivarlos a escribir una carta para expresar sus sentimientos e
intercambiar ideas con sus amigos."