Me conseguí con esta hermosa lectura que varios han publicado en la Web. Busqué de quien era pero sólo conseguí otras tantas páginas más que igualmente la compartieron.
Me gustó mucho lo que allí se plasma ya que hace un acertado resumen de lo que sentimos y vivimos luego que nos convertimos en madres
Y es que "ser madre lo cambia todo"
A continuación la transcribo para que la disfruten como lo hice yo ;)
De
una madre para su hija que también quiere ser madre
Estábamos
sentándonos a comer cuando mi hija casualmente menciona
que ella y su esposo
están pensando en “empezar una familia”.
“Estamos
haciendo una encuesta" –dice ella, en broma–
“¿Crees que debería tener un
bebé?”
“Cambiará
tu vida” digo, cuidadosamente manteniendo mi tono neutral.
“Yo sé” dice, “no
más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas...”
Pero
eso no es en absoluto lo que yo quise decir.
Miro a mi hija, intentando decidir
qué decirle.
Quiero que sepa lo que ella nunca podrá aprender en las clases de
parto.
Quiero decirle que las heridas físicas por dar a luz un niño sanarán,
pero que el volverse madre la dejará con una herida emocional tan profunda
por
la cual ella será vulnerable para siempre.
Pienso
en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse
“¿Y si
eso le hubiera pasado a mi niño?”
Que cada accidente de aviación, cada incendio
en una casa la obsesionará.
Que cuando vea fotos de niños hambrientos,
se
preguntará si algo podría ser peor que vivir la muerte de su niño.
Yo
la miro cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas y el traje elegante y
pienso que no importa cuán sofisticada ella sea,
el convertirse en madre la
reducirá al nivel primitivo de una osa que protege su cachorro.
Que
una llamada urgente de “¡Mamá!” le hará dejar caer un soufflé o su mejor
cristal sin vacilar por un momento.
Siento
que debo advertirla que no importa cuántos años ella haya invertido en su
carrera, ésta se descarrilará profesionalmente a causa de su maternidad.
Ella
podrá hacer los arreglos para dejar al niño en casa al cuidado de una niñera,
pero un día irá en camino de una reunión de negocios importante
y recordará el
dulce olor de su bebé,
y tendrá que usar cada gramo de su disciplina para no
correr a casa,
sólo para asegurarse que su bebé está bien.
Yo
quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina.
Que el
deseo de un niño de cinco años de ir al baño de hombres y no al de mujeres en
McDonald’s se volverá un dilema mayor.
Que justo allí, en medio del ruido de
bandejas y niños gritando,
los problemas de independencia e identidad de sexo
serán sopesados
contra la perspectiva de que haya un abusador de niños
acechando en ese baño.
No
importa cuán decisiva pueda ser ella en su trabajo,
se criticará a sí misma
constantemente en su papel de madre.
Mirando a mi hija tan atractiva, quiero
asegurarle que en el futuro
ella perderá los kilos de más del embarazo,
pero
nunca se sentirá igual sobre ella misma.
Que su vida, ahora tan importante,
será de menos valor para ella
una vez que tenga un niño.
Que
por los hijos ella tendrá que renunciar a la vida que ahora tiene,
pero que
también empezará a desear tener más años,
no para lograr sus propios sueños,
sino para ver a sus hijos lograr los suyos.
Yo quiero que ella sepa que una
cicatriz de cesárea
o las estrías se convertirán en insignias de honor.
La
relación de mi hija con su marido cambiará,
pero no de la manera que ella
piensa.
Deseo que ella pudiera entender cuánto más uno puede amar a un hombre
que tiene cuidado para empolvar a su bebé o que nunca duda para jugar con su
niño.
Yo pienso que ella debería saber que se sentirá de nuevo
completamente
enamorada de él por razones
que ahora encontraría muy poco románticas.
Yo
deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo
que ella sentirá con mujeres a
lo largo de historia
que han intentado detener guerras, discriminación y borrachos
al volante.
Espero que ella entienda por qué yo puedo pensar racionalmente
sobre la mayoría de los problemas, pero ponerme como loca cuando discuto sobre
la amenaza que supone una guerra nuclear en el futuro de mis hijos.
Yo
quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño
cuando aprenda a montar
una bicicleta.
Quiero capturar para ella las carcajadas de un bebé
que está
tocando la piel suave de un perro o un gato por primera vez.
Quiero que saboree
la dicha que es tan real, que de hecho duele.
La mirada interrogativa de mi
hija me hace caer en cuenta
de las lágrimas que se han formado en mis ojos.
“Nunca
te arrepentirás de ello” digo finalmente.
Entonces
alcanzo por sobre la mesa la mano de mi hija
y la aprieto y ofrezco una oración
silenciosa por ella,
y por mí, y por todas las mujeres que tropezaron en su
camino
hacia la más maravillosa de todas las profesiones.
Este regalo bendito
de Dios... el hecho de ser Madre...