Imagen: angelawombwarrior
La lactancia genuina es manifestación de
nuestros aspectos más terrenales, salvajes, filogenéticos. Para dar de mamar
deberíamos pasar casi todo el tiempo desnudas, sin largar a nuestra cría,
inmersas en un tiempo fuera del tiempo, sin intelecto ni elaboración de
pensamientos, sin necesidad de defenderse de nada ni de nadie, sino solamente
sumidas en un espacio imaginario e invisible para los demás. Eso es dar de
mamar. Es dejar aflorar nuestros rincones ancestralmente olvidados o negados,
nuestros instintos animales que surgen sin imaginar que anidaban en nuestro
interior. Y dejarse llevar por la sorpresa de vernos lamer a nuestros bebés, de
oler la frescura de su sangre, de chorrear entre un cuerpo y otro, de
convertirse en cuerpo y fluidos danzantes.
Dar de mamar es despojarse de las mentiras
que nos hemos contado toda la vida sobre quienes somos o quienes deberíamos
ser. Es estar desprolijas, poderosas, hambrientas, como lobas, como leonas,
como tigresas, como canguras, como gatas. Muy relacionadas con las mamíferas de
otras especies en su total apego hacia la cría, descuidando al resto de la
comunidad, pero milimétricamente atentas a las necesidades del recién nacido.
Deleitadas con el milagro, tratando de
reconocer que fuimos nosotras las que lo hicimos posible, y reencontrándonos
con lo que haya de sublime. Es una experiencia mística si nos permitimos que
así sea.
Esto es todo lo que se necesita para poder
dar de mamar a un hijo. Ni métodos, ni horarios, ni consejos, ni relojes, ni
cursos. Pero sí apoyo, contención y confianza de otros (marido, red de mujeres,
sociedad, ámbito social) para ser una misma más que nunca. Sólo permiso para
ser lo que queremos, hacer lo que queremos, y dejarse llevar por la locura de
lo salvaje.
Esto es posible si se comprende que la
psicología femenina incluye este profundo arraigo a la madre-tierra, que el ser
una con la naturaleza es intrínseco al ser esencial de la mujer, y que si este
aspecto no se pone de manifiesto, la lactancia simplemente no fluye. No somos
tan diferentes a los ríos, a los volcanes, a los bosques. Sólo es necesario preservarlos
de los ataques.
Autora: Laura Gutman, terapista familiar
Imagen: angelawombwarrior
Publicado por la cuenta 'motivamamas' en IG