Se que les he dicho que el martes es día de post, pero hoy tuve tiempo de darme una vuelta por mi Blog y no quise desaprovechar la oportunidad de hablarles sobre un interesante artículo que leí que versa sobre el secreto para lograr que tu hijo sea feliz.
En él señalan que es más sencillo de lo que imaginas. Antes de que sigas leyendo, esta es una pista: la clave está en las emociones y puedes empezar a educarlas
desde la cuna.
Por ello recomiendan "Educar en
emociones". Pero algunos dirán, ¿en qué consiste esto? o ¿cómo lograrlo? Pues trabajando en cada etapa del niño desde que nacen. A continuación les dejo algunos consejos de cómo hacerlo:
Primer año de vida: Trabajar el apego
Tu bebé acaba de aterrizar en un mundo que le
es desconocido y le faltan mecanismos para desenvolverse en él; pero para eso
están ustedes, papá y mamá, para hacer que se sienta seguro y querido.
Ahora es el momento de crear lazos, de forjar
un apego positivo y de sentar las bases de la comunicación y la transmisión de
afectos. Es importante que las rutinas diarias como el darle de comer, bañarlo
o vestirlo, vayan acompañadas siempre de una interacción afectiva: háblenle,
acarícienlo, jueguen con él... demuéstrenle que disfrutan de cada momento
juntos. Préstenle atención cada vez que llore.
Para el bebé, el llanto no es un “chantaje
emocional”, sino su manera de comunicarse. Y no siempre implica hambre, sueño o
malestar, a veces es un “me aburro” o un “me siento solo”. Cámbienle con
frecuencia de entorno para que su mundo se amplíe; pueden llevarle con su
hamaquita o el parque de juegos a la habitación en la que están ustedes. Así,
aunque están haciendo cosas pueden hablarle y sonreírle.
Llévenlo con ustedes a compras, a pasear, al
restaurante... para que se acostumbre al trato con otras personas. Eso sí,
cuando le toque pasar la “crisis de los extraños” (sobre los 8 meses), no lo
obliguen a estar en brazos de alguien si no quiere. Sentir que respetan sus
emociones aumentará su confianza. Cuando empiece a gatear, acondicionen la casa
para que sea segura y déjenlo explorar. Necesita conocer el mundo a su manera.
Segundo año: Fomenta la autonomía
Su motricidad y su capacidad de interactuar
han evolucionado enormemente. Ahora que es un pequeño explorador deseoso de
aprender, es momento de comenzar a trabajar la autonomía, algo que elevará su
autoestima. Si ustedes confían en él, él confiará en sí mismo. Dejen que
intente comer por sí solo, aunque se manche o tarde una eternidad. Así lo hará
cada vez mejor... y se sentirá orgulloso.
Es el año del gran avance motor; empezará
caminando, luego subirá escaleras, correrá... No caigan en la sobre protección,
sobreponerse a pequeños tropiezos es un aprendizaje.
Eviten las frases que dan por hecho un
resultado negativo, lo que favorece el miedo y la baja autoestima. Por ejemplo,
en lugar de decir “no saltes de esa silla, que te vas a caer”, es mejor
decirle: “cuidado, esa silla es muy alta y puedes caerte, mejor salta desde
aquí”.
Felicítenlo efusivamente por sus logros, pero
también por sus intentos, para que vea que aunque las cosas no salgan a la
primera, lo importante es el esfuerzo de intentarlo.
Señálenle los primeros límites. Saber decirle
“no” es necesario para ir enseñándole a aceptar la frustración. Los niños que
la toleran mal tienen rabietas más intensas y frecuentes y de mayores afrontan
peor los contratiempos.
A partir de los 2 años, comiencen a desarrollar
en él la empatía
Tu hijo quiere mostrar a los demás que es una
personita con voluntad propia, pero sus mecanismos de comunicación son aún muy
rudimentarios y su mundo es muy egocéntrico, por eso cae fácilmente en la
obstinación. Por ello es recomendable ir
enseñándolo a desarrollar la empatía, a manejar sus emociones y trabajar los
modos de expresarse.
La coherencia con las normas es clave para
que entienda cómo esperan que actúe. Deben ser siempre iguales en el tiempo (no
vale que hoy sea A y mañana B) y no puede haber contradicciones entre las
reglas que ponen ustedes, los padres.
Ofrézcanle alternativas concretas a sus
comportamientos inadecuados. Díganle, por ejemplo, que si se enfada puede
desahogarse saltando, corriendo o respirando hondo, pero nunca pegando o
rompiendo cosas.
Conseguir atención (da igual que sea
negativa, en forma de regañina) es ahora uno de los principales mecanismos de
refuerzo. Por eso, ante una conducta inapropiada, dedíquenle el menor tiempo
posible.
Respeten su forma de ser y sus gustos; quizá
prefieran que por su cumple pidiese un balón en vez de unas pinturas, pero si
no valoran su personalidad no aprenderá a apreciarse a sí mismo y a ser
tolerante con los demás. Léanle cuentos. Le ayudan a comprender sus
sentimientos y los ajenos, le enseñan modos de actuar frente a las situaciones
y es una forma estupenda de fortalecer los lazos con ustedes.
Desde los 3 años: responsabilidad y
hábitos
Ya es capaz de hacer muchas cosas por sí solo,
es más fácil dialogar con él y explicarle los motivos de algo. Y desea ser
mayor. ¿Cómo fomentar ahora su inteligencia emocional? El niño aprende
imitándolos. Si hay contradicción entre lo que dicen que se debe hacer y lo que
hacen, ganará lo segundo.
Si hacen algo mal o equivocado, reconózcanlo
ante él: así aprenderá que cometer errores no es malo y que rectificar es de
sabios.
Asignarle pequeñas tareas (recoger sus
juguetes, ayudar a poner la mesa...) aumenta su autoconfianza, le hace más
responsable y le ayuda a entender que en la vida se tienen derechos pero
también obligaciones.
Es el momento de crear buenos hábitos (de
comida, de comportamiento) que le permitirán adaptarse a entornos cambiantes.
Dialogar con él, responder a sus dudas y
explicarle los motivos de una decisión le enseña a reflexionar y a expresar lo
que piensa.
Debe jugar con otros niños
Fomenten la interacción de su hijo con otros
niños (en el parque, invitando a un amigo a casa), así practica habilidades
sociales.
Los primeros contactos se darán en torno a un
juguete. Anímenlo a compartir los suyos pero respetando su sentimiento de
propiedad. Si no quiere prestarlos propongan que los intercambie un rato o
enséñenle a compartirlos.
Si se enfada con otro niño, dejen que sea él
quien resuelva el conflicto, intervengan solo si surgen comportamientos
agresivos.
Explíquenle cómo se sienten los demás si los
insulta o les dice algo feo, poniéndole ejemplos en primera persona.
Darle siempre buenos mensajes
La manera en la que nos expresamos con
nuestros hijos ante sus éxitos y sus fracasos es determinante para ayudarles a
configurar su autoestima. ¿Cómo podemos hacerlo bien?
Ante el fracaso: Darle a entender que ha sido
consecuencia de factores modificables como el esfuerzo (“no dedicaste el tiempo
necesario”) o de factores externos como la mala suerte o la dificultad (“era
difícil, necesitas más práctica”). No lo achaquen a su incapacidad (“se te da
mal”).
Ante el éxito: Asócienlo a las capacidades
del niño y a su esfuerzo (“qué listo eres”, “cuánto has trabajado”...), y no a
factores externos como la suerte o la facilidad de la tarea.
Así se trabaja en el colegio
Cada vez son más los colegios que consideran
muy importante desarrollar en los niños la inteligencia emocional y no solo
inculcarles conocimientos.
Para ello incorporan en sus currículos
actividades como teatro y juegos de rol (para trabajar la empatía), asambleas
(para enseñarles a pensar, dialogar, escuchar...) y asignación de tareas (para
que aprendan a ser responsables y a colaborar entre sí).
Los profesores, a través de cuentos,
canciones, manualidades, juegos, etc., trabajan contenidos como la
identificación de emociones, la asertividad, los valores..., además de las
áreas curriculares básicas (psicomotricidad, lenguaje, matemáticas...).
Fuente: Crecer feliz. Esther García Schmah,
psicóloga y pedagoga
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